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Rosácea II volver

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manifestaciones Clínicas

La rosácea es una enfermedad facial simétrica y polifásica que comporta 4 estadios evolutivos (de sucesión no obligada) con diferente fisiopatología:

Estadio I (o prerrosácea)

Corresponde al periodo de enrojecimientos faciales en respuesta a diversos estímulos tales como ingestión de alcohol, ingestión de bebidas o comidas calientes, cambios bruscos de temperatura, exposición al sol, periodo posprandial, de fármacos que producen vasodilatación, estrés, etc.
El flushing puede también extenderse a los ojos (hiperemia conjuntival), orejas y cuero cabelludo y desencadena un comportamiento termofóbico en la persona.
En esta fase se manifiesta ya la tendencia a la irritabilidad facial ante la aplicación de cosméticos, perfumes, fotoprotectores y jabones.

Estadio II (o fase vascular)


Corresponde a la rosácea eritematote-langiectásica, en la cual se instaura de forma permanente el eritema facial con telangiectasias venulares visibles.

En ocasiones, aparece también edema, transitorio o permanente, total o localizado (más frecuente en la frente), que representa una forma de linfedema (enfermedad de Morbihan).

Histológicamente, las fases I y II se caracterizan por dilataciones venulares y edema dérmico, y en su etiopatogenia se sospecha de un trastorno en la termorregulación de la circulación venosa cutáneo-cefálica.


Estadio III (o fase acneiforme)

Es la fase de rosácea papulopustulosa en la que al eritema telangiectásico se incorporan pápulas eritematosas inflamatorias y pústulas asépticas no foliculares, sin comedones (lo que lo diferencia del acné). Aquéllas predominan en mejillas y frente y éstas en nariz y mentón.

Aunque las lesiones son asintomáticas, en ocasiones se acompañan de sensación de quemazón, prurito o de «tensión» facial. Esto ocurre en las áreas con más vascularización, corno las regiones malares, frente y orejas.

En un 10% de los casos las pápulas son clínicarnente más «infiltradas», indicando una respuesta histológica granulomatosa. Reciben el nombre de «rosácea lupoide» y presentan un curso crónico no remitente.

La afectación ocular por rosácea es frecuente (hasta el 50% de los casos) y se manifiesta como hiperemia conjuntival y blefaritis, y menos frecuentemente como xeroftalmia, epiescleritis, chalazión e, incluso, queratitis. La principal molestia de los pacientes es la «sensación de gravilla en los ojos».

Estadio IV

Se denomina fase de elefantiasis facial o de las fimas. Suele alcanzarse sólo en el sexo masculino y corresponde a una fibrosis dérmica e hiperplasia sebácea de la nariz, mentón, párpados u orejas (rino-mento-blefaro-oto-firnas).

Histológicamente, la fase III se caracteriza por un infiltrado mononuclear perivenular y pequeños abscesos estériles papilares y su etiopatogenia no está del todo clara, aunque se han implicado mecanismos inmunológicos y, en las rosáceas granulomatosas, la influencia del ácaro Demodex folliculorum.

La fase IV está presidida por un incremento del tamaño de las glándulas sebáceas y del tejido cónectivo y linfedema.

No es excepcional que la rosácea pueda ser extrafacial y afecte al cuero cabelludo (con pústulas foliculares pruriginosas estériles), cuello, escote, tronco, extremidades e incluso palmas (con eritema persistente).

También de manera excepcional la rosácea puede complicarse con el denominado Pioderma Facial o Rosácea fulminans. Sucede casi exclusivamente en mujeres de 20-35 años de edad que, de forma brusca, desarrollan lesiones quísticas superficiales en la cara (sin comedones), eritema cianótico facial y edema, afectando predominantemente la región centrofacial y delimitándose de forma marcada de la piel sana. No se acompaña de sintomatología sistémica, pero sí pueden hallarse anomalías de laboratorio, tales como elevación de la velocidad de sedimentación globular y leucocitosis. Los cultivos son generalmente negativos y sólo en ocasiones se ha aislado P. acnes o S. Aureus.

Fecha última Inserción/Actualización: 17/04/2013

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